Historia de la Servilleta


         El mundo gastronómico ha estado lleno de anécdotas y curiosidades. Una de ellas es precisamente la historia de las servilletas. Lo curioso de estos elementos utilizados en la gastronomía principalmente, es que son usados sobre la mesa. La mesa ha tenido muchos usos pero es usada mayormente para comer. Una mesa no es egoísta, que a diferencia de la cama que limita su uso, en una mesa se puede compartir con mucha gente, incluidos los enemigos.

Alrededor de una mesa se puede degustar de una buena comida, cerrar un negocio o incluso, decidir el destino de un país. La mesa antiguamente no era conocida ni usada por la humanidad. Los Griegos no la utilizaban ya que era costumbre en ellos, al momento de comer, de hacerlo sentados en banquetas, de allí el nacimiento de la palabra banquete. Los romanos por su parte, que eran la máxima expresión de un capitalismo, tampoco usaban la mesa ya que sus bacanales eran celebrados en un salón llamado triclínum, donde la mayoría estaban acostados comiendo con las manos.
Es por ello, que a través de la historia y con la finalidad de buscar facilitarle la vida al ser humano, se han venido creando técnicas y utensilios que ayudan al hambre a degustar de la vida misma. Un caso particular es precisamente el uso de las servilletas, cuyo antecesor la encontramos en el heno, en el aserrín y en los conejos, así como se lee, en un animal vivo. 
     La servilleta ha sido definida por el diccionario de la Real Academia Española de la siguiente manera: Pieza de tela o papel que usa cada comensal para limpiarse los labios y las manos.”
Según el historiador Carlos Fisas, la servilleta no fue utilizada tal y como hoy en día la conocemos. Antiguamente, ante la inexistencia del tenedor, las manos obviamente eran utilizadas para comer y se ensuciaban con facilidad, por lo que el hombre antiguo recurría al heno o hierba o al aserrín para quitarse los restos de comida que quedaban en sus manos. Por otro lado, los espartanos, alrededor del Siglo VII antes de Cristo, comenzaron a utilizar un trozo de masa de pan para limpiarse las manos y ofrecer los restos de dicha masa a los animales, por lo que era común entonces utilizar una rebanada de pan para la limpieza.
Los romanos por su parte, aproximadamente en el año 31 antes de Cristo, en sus famosos bacanales y banquetes, utilizaban un trozo de tela llamado sudario para limpiarse el sudor de la frente ante la tanta cantidad de comida que disfrutaban en dichos eventos, lo que daba a entender que las clases menos favorecidas no podían tener acceso a este instrumento. Igualmente utilizaban otro trozo de tela llamado Mappae, el cual, el portal web de María De Garmo, especialista en el arte del saber estar, menciona respecto al Mappae, lo siguiente: “El Mappae era una pieza de tela más larga que se extendía sobre el borde de los sillones para protegerlos de los alimentos que se ingerían en una posición reclinada. Esta tela también se usaba para limpiarse los labios.[1], el cual muchas veces era perfumado.
Dicho trozo de tela por lo tanto era utilizado para mantener limpias la boca y los dedos, además que era utilizado para llevarse los restos de comida, cuando quedaran, en señal de agradecimiento al anfitrión, ya que de dejar dichas sobras, se consideraba un asunto de descortesía.
Posteriormente, a principios de la edad media, se perdió la usanza de la servilleta o trozo de tela para limpiarse dedos y labios y se limpiaban con lo que conseguían disponible para ello, incluidos trapos sucios que luego tiraban. Relatan los historiadores, que con el tiempo se comenzaron a usar 3 tipos de tela. Tal y como lo señala la autora de la web antes señalada, indica que una de esas telas era llamada “oucher que viene del francés coucher, que significa “acostarse” y se usaba en el lugar del dueño de la casa. La segunda era una toalla larga llamada surnappe, que significa “sobre la tela,” se colocaba sobre el sofá, para el invitado de honor. La tercera pieza de tela era una servilleta comunal que colgaba en una esquina de la mesa.”[2], sin embargo, muchos de los anfitriones a diversas reuniones y banquetes que se celebraran en cualquier hogar, ofrecían una especie de palangana con agua para lavarse las manos.
Posteriormente, en la baja Edad Media, se redujo el tamaño de de esa pieza de tela y era colocada sobre el brazo izquierdo de una persona si ésta era un sirviente, del hombro si era la persona que estaba a cargo y del antebrazo si sus cargos eran menores, de allí la costumbre que quedó de los mesoneros.
            Sin embargo, en el renacimiento italiano, época que comenzó a finales del siglo XIV y se extendió hasta finales de los años 1600, apareció un personaje al que se le atribuye formalmente la ceración de la servilleta y no era otro que Leonardo Da Vinci.
Leonardo Da Vinci nació el 15 de abril de 1452 y aparte de pintor fue escultor, anatomista, botánico, científico, poeta, entre tantas otras cualidades.
Cuenta la historia, que cuando estuvo al servicio de Ludovico El Moro, quién más tarde se convertiría en el Duque de Milán en el año 1494, Leonardo Da Vinci se horrorizó de las costumbres que tenía este personaje y tal como narra en un pasaje, indicó:
La costumbre de mi señor Ludovico de amarrar conejos adornados con cintas a las sillas de los convidados, de manera que puedan limpiarse las manos impregnadas en grasa sobre los lomos de las bestias, se me antoja impropia del tiempo y la época en la que vivimos[3]
            Para acabar con esta costumbre horrorosa, Leonardo Da Vinci se ingenió que a cada comensal se le diera un paño para que cada quién, luego de ensuciarse las manos con su cuchillo y la comida, pues pudiera limpiarse y no hacer destacar la suciedad en la mesa.
En ese mismo siglo, también se utilizó uno de los ancestros de la servilleta, llamado “touaille”, que era una larga tira de tela que media más de casi 4 metros pegado a una pared y que era usado como una especie de toalla donde los comensales se limpiaban.
Posteriormente, a partir del siglo VXI, el uso de las servilletas en las distintas mesas, era señal de refinamiento. Eran utilizadas al lado izquierdo de cada plato y los comensales, luego de usarlas, la colocaban al lado derecho del plato doblada de manera tal que no se vieran rastros de suciedad en dicha servilleta, costumbre que se ha mantenido casi intacta hasta nuestros días.
           A manera de conclusión podemos decir que el hombre, a través de sus actos y costumbres, crea muchos simbolismos. Uno de ellos es precisamente el uso de las servilletas.
El uso de las servilletas se propagó gracias al uso que de ellas hacían las cortes europeas, variando su uso dependiendo de la moda, ya sea llevándolas en el brazo, hombros o como se utilizó en tiempos de Enrique III de Francia, que debía anudarse al cuello con el fin de proteger la llamada gorguera.
Por último, lo que resulta evidente es que tanto el mantel, como la servilleta, siempre han estado muy ligados a su uso por parte de las personas pudientes, estándole prácticamente negada a las clases pobres la utilización de estas prendas al momento de sus comidas.



[2] Op. citada
[3] FISAS, Carlos. ¡Que Aproveche!. Editorial Debolsillo. 1988


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